Esfuerzo, Agresividad y Violencia.
Todos queremos un mundo mejor, más amable y tolerante, un contexto más adecuado para el desarrollo de una especie de la que somos parte. Tanto en la sociedad global como en la sociedad local, en nuestros círculos más íntimos y, por supuesto, dentro de la frontera que establece nuestra piel.
Los afueras y los adentros.
Descubrimiento somatosensorial
Cuando llegué al método Feldenkrais, hace ya muchos años, me sorprendió darme cuenta de que, de la piel para adentro, en mis relaciones más íntimas entre el esqueleto y el tejido conectivo que lo mueve y lo anima, el contexto relacional no era el mejor. Mis hábitos posturales y de puesta en marcha no eran claros, aparecian dolores, sobre esfuerzos, malos hábitos y una mala organización en general.
Al tomar consciencia de esto decantó una crisis, al aparecer una necesaria pregunta: ¿Por qué me maltrato? ¿Por qué hasta este momento no me daba cuenta? ¿Cual es la necesidad de hacer las cosas de esta manera y porque nunca nadie en mi educación me indicó que esto era algo?
De ahí surgió la investigación sobre la diferencia entre la violencia, la agresividad y el esfuerzo.
La definición de la palabra violencia es: el uso inadecuado de la fuerza.
También significa violar el correcto orden las cosas.
Me di cuenta de que utilizaba la fuerza donde no era necesario, por motivos que no me eran del todo claros.
¿Te resuena?
La Naturaleza del Problema
Me doy cuenta que el asunto de la violencia es un problema humano y sutil. Humano, porque no hay nada en la naturaleza que pueda ejercer este tipo de actitud frente a las cosas. Un tornado no es violento, tampoco lo es una inundación o un temblor. Incluso un tigre cazando a su presa ejerce su rol en un ecosistema natural para mantener cierto equilibrio. Entonces, ¿qué es la violencia?
Sutil, porque no hay nada puntual que podamos señalar con el dedo que aclare la esencia de algo que tiende a desordenar el proceso vital del cual somos parte. Un maestro que castiga o amenaza a un alumno para que aprenda algo determinado ejerce su buena intención y quizás genera resultados no esperados en quien lo recibe. Una madre que busca “proteger” a su niño desde el miedo, extendiendo lazos de dependencia indefinidamente. Un vendedor que manipula e induce una necesidad ficticia para lograr la venta. Un político que imprime en sus seguidores un odio tácito hacia cierto grupo de personas, o, como hemos visto, a todo un género. ¿Qué le hacen estas rústicas formas de intentar hacer el bien a la imagen personal y colectiva? ¿Nos despiertan o nos vuelven militantes de ideologías que nos atrofian y mecanizan?
La metástasis de un problema
Todos estos enfoques aparentemente intentan solucionar un problema que aparece en una superficie pero al mismo tiempo parecieran generar aún más problemas en lugares nuevos y más profundos, dibujando una textura social compleja, en tensión constante, con consecuencias de todo tipo en niveles antes insospechados. Tensiones y guerras en muchos estratos. Dentro y fuera de casa, dentro y fuera de la piel. Con una apariencia de orden y paz, pero es solo una postura forzada, imitada, basada en la sumisión a un ideal.
¿Es posible que un ser humano, al no encontrar verdadero orden en sí mismo, pueda cumplir el rol de ordenar a otros? Hijos, amigos, colegas, alumnos, pareja -lo que sea- hacia arriba y hacia abajo y hacia los costados. Hacia adentro y hacia afuera… porque, en definitiva, ¿de qué se compone una sociedad sino de sus miembros constitutivos? Solo podés experimentar lo colectivo desde TU punto de vista.
Somos ese umbral que se construye momento a momento a través del cual los demás atraviesan un breve instante de encuentro, que puede predisponer una nueva dirección en expansión o en entropía y desorden. Las buenas intenciones no son suficientes.
La Mandíbula
Esta reflexión apareció mientras preparaba la clase del miércoles pasado, sobre cómo suavizar la mandíbula, porque tanto en la mía como en la tuya y en las del resto, se acumulan residuos de impulsos de agresividad no desplegados, latentes, “a medio hacer” que perturban una acción plena y completa. El dolor las oculta pero no las desactiva. La falsedad y la hipocresía se expanden detrás de máscaras que esconden aspectos de nosotros que están actuando en el campo de lo no visto, invisibles como fantasmas que acechan y ejercen su influencia de manera tácita, tanto en nosotros como en los demás. Puntos de anclaje y fijeza donde la fascia, los músculos y el comportamiento se enturbian, tanto para el movimiento adecuado, suave y coordinado, como para la expresión del afecto hacia los demás. Las intenciones vienen manchadas, tonalizadas por estos centros que desordenan y como dijo K el desorden no tiene en absoluto punto de contacto con el orden. El odio no tiene nada que ver con el amor. Son dos cosas que no se encuentran nunca. Pero observar el propio desorden puede ser el camino para descubrir lo otro…
En lugar de positivar una definición, sustantivar el “qué” de la violencia o cuál es su género, propongo la vía negativa y dejar una pregunta abierta: ¿Qué es la violencia? ¿Que NO es? o en otras palabras, es posible evocar un acción limpia de contradicciones, de motivos cruzados, de intervenciones del pasado?
Lo que destruye la sensibilidad es una idea generalizada de violencia.
La sensibilidad es el principio de la percepción. No puede existir inteligencia si no existe la capacidad de captar señales de manera sensible, captar información no presente en las categorías del pensamiento. “Sutil” significa que no puede ser definido. Elusivo, delicado pero en formas de pensamiento literales o deterministas usualmente esa sensibilidad no es aceptada.
-Fragmentos parafraseados del seminario de propiocepción del pensamiento de David Bohm (1989, Ojai, California)
Clases Grupales
Durante julio, seguiremos con la exploración y el diálogo compartido en las clases de los miércoles de la mañana y de la tarde. La segunda mitad del mes estaré de viaje y, en caso de que no pueda darlas, se compensará de alguna forma.